sábado, 7 de febrero de 2015

ENSIN CHISTE _02.

Señor Javier Fernández: lo de la incineradora ni se le ocurra

En efecto, señor Fernández, quíteselo de la cabeza, olvídelo, simplemente no lo haga. No siga adelante con ese proyecto de incineradora de residuos ni en la ubicación ya prevista como tampoco en la cuantía difundida (220 millones de euros más los consabidos sobrecostes), que sin justificación convincente usted y la organización de su representación pretenden cargar al erario público, a la trágala de evidentes irregularidades administrativas, precisamente en tiempos que son de inusitada penuria económica y social para quienes ustedes  quieren hacer otra vez rehenes de la deuda correspondiente: los contribuyentes asturianos.

No apelo ni a su sensibilidad, ni a su buen criterio, ni mucho menos a su responsabilidad pública, a fin de cuentas la de un mediocre directivo de una sucursal periférica (FSA) perteneciente a una estructura harto deteriorada (PSOE). Apelo a su sentido común; a esa cualidad que permite de vez en cuando abstraerse del entorno y convenir en que, por desinformado que se esté, ya pocos ignoran que el perfil que usted tan patéticamente imposta, el de un funcionario metido a político investido de afectada seriedad institucional, no es más que el traje regional del representante de turno de una organización estructurada en forma de cartel, y que como tal  se dedica a suscribir con otras del ramo acuerdos y operaciones de mutuo lucro.

En efecto señor Fernández, todo el mundo sabe que su cartel suscribe en Asturias con entes similares (Partido Popular y demás comparsas, FADE, UGT, CC OO, etc.) acuerdos para reducir o eliminar obstáculos y/o competencia en el mercado de la generación y gestión de deuda pública, como otros de alcance global hacen lo propio con la cocaína o el blanqueo de dinero, tema este último del que si le parece hablamos otro día.

Como no podía ser de otra manera, diversas y variadas son las suertes del trile por el cual ustedes producen deuda pública en beneficio de corporaciones económicas y financieras −percibiendo a cambio las comisiones correspondientes junto a sus salarios y dietas institucionales−, para repartir luego esa deuda inicua entre los ciudadanos de varias generaciones: desde el tráfico ilegal de carbón hasta la sustracción directa de fondos destinados a formación y/o educación, pasando por los sobrecostes astronómicos en infraestructuras como los  de la carretera de Bimenes o el puerto de El Musel.

Hay muchos otros también divertidísimos…el urbanísticu del Calatrava y demás palacios, el emblemáticu-cultural del Niemeyer, el del tren-tram o Parleru… pero el palo que a nuestro juicio resulta más cruel es el de la creación ex-novo de un equipamiento imprescindible, cual es el por ustedes perpetrado atraco del Hospital Universitario Central de Asturias (HUCA), donde a lo mollar de la sobreconstrucción hay que sumar lo quizás aún más jugoso de la mejor y más voluminosa dotación mecánica e informática; ingentes efectivos de máquinas con sus millones de repuestos y críptico software, susceptibles de facturar millones y millones de euros en mantenimiento, reparación, consumibles, seguros, aprendizaje…tal cual fuera una fábrica…o una incineradora.

Tiene este palo decimos, “el del equipamiento imprescindible”, la elegancia de lo genuino, el fundamento que los carteles mafiosos encuentran en procurar y gestionar la satisfacción de necesidades primarias e incuestionables: desde la seguridad a la salud pasando por el acceso a medicamentos, a droga, o a un aspecto tan importante de la vida urbana como la salubridad inherente a la recogida y tratamiento de residuos, de basura. Repetir con la incineradora el palo del hospital, creemos sinceramente, excede sobremanera sus cualidades personales y mismas posibilidades.

En cuanto a las primeras, una cosa es refugiarse como hace usted tan cobardemente, en lo que se ha denominado “banalidad del mal”, para referirse a procesos en los que la ejecución de directrices tácitas, siempre en interés de la organización y de sus socios, no resulta fácil de vincular directamente al perjuicio de terceros (así por ejemplo la emigración forzosa es sólo movilidad laboral o “leyendas urbanas”, sin relación alguna con la política o la administración); y otra cosa muy distinta tener la audacia, clarividencia o carisma necesarios para gestionar lucrativamente el miedo atávico e irracional de la población, como con tanto éxito hicieron José Ángel Fernández Villa y Vicente Álvarez Areces, cuando inopinadamente se autoproclamaban garantes de la supervivencia social en alguna de sus facetas (laboral, productiva, asistencial, sanitaria, cultural, etc.) o en todas a la vez. Usted no vale para eso, Fernández, usted no vale para nada que no sea pagar con dinero público a una sarta de rufianes temerosos de su supervivencia, la plantilla de La Nueva España concretamente, a los cuales ha entregado, además a cambio de nada, su tan limitado verbo como indolente proceder. Está usted en sus manos, señor Fernández, y no crea que me alegro de tal circunstancia.

Carente de cualquier liderazgo, tampoco puede utilizar el tan manido recurso al miedo de sus predecesores. Ese discurso ya no cuela, señor Fernández, por la sencilla razón de que se ha revelado falso hasta el extremo de que todos los demonios que decía exorcizar ya no sólo están aquí, si no que han venido para quedarse. Gracias a ustedes todas las estadísticas sin excepción certifican que Asturias es uno de los territorios más envejecido, pobre, aislado y subdesarrollado de Europa, en las condiciones habituales de aquellos sobre los que la mafia ejerce su más rígido control geográfico, caso por ejemplo de Calabria con el Aspromonte. A eso han llevado ustedes a la cuna de España: no hay disculpa que valga.

Olvídese pues de la incineradora, señor Fernández, ni se le ocurra. Recobre el sentido común, ese que informa sus temerosas delaciones y plañideras lamentaciones. Retírese por favor a sus chalets de Somió a disfrutar de las cestas de Navidad, de las sinecuras de Liberbank, o de lo que sea, a nadie le importa ya. Eso sí, procure que no le lleguen allí las infectas  miasmas de ninguna incineradora, que con las procedentes de Veriña y Aboño tenemos ya de sobra. ¿No cree?

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